12/14/2017

El tesoro de la infancia.


Cuando se es niño todo parece ser tan simple. Poco importan las complicadas tribulaciones del mundo del adulto atiborradas de política, economía y luchas de poder. No. Esa es una época en la que hay que cargar la mochila de experiencias. Aprender y disfrutar del juego y de la imaginación.
“La imaginación”, aquella poderosa herramienta de la que se sirven los niños para enajenarse y ensimismarse en aquel mundo donde la realidad y fantasía se mezclan y en el que tiene cabida absolutamente todo, incluso aquello que pueda representar un imposible.
Julio Cortázar, el gran escritor argentino, tenía una profunda fascinación por la capacidad de abstracción que tienen los niños a la hora de entrar en el juego. De cómo la mente de un niño despliega sus alas y se adentra en ese ambiente donde todo se transforma, aumenta y adquiere inusitado movimiento. Porque el juego para un niño es algo serio y se asume con el esmero que merecen las cosas realmente importantes.
Todo aquello que a vista de un adulto no es más que un muñeco inerte, unas plumas descoloridas o un montón de tierra apiñada de forma aleatoria, por nombrar solo algunos objetos casi de manera caprichosa; para un niño o niña, aquel muñeco no es sino el compañero de juegos que con la ayuda de la imaginación cobra vida y se incorpora en aquellas aventuras de ensueño; aquellas plumas no son sino la fuente de un posible primer vuelo del hombre sin artilugio alguno o miles de aves volando en un inmenso cielo infinito; y aquella tierra no es sino una fortaleza que sirve de refugio a unos soldados que en su cotidianidad luchan y se enfrentan con realismo y la vehemencia que se tiene cuando se intenta seguir siendo el juguete favorito y no ser proscrito ni caer en el olvido.
Aunque resulte ser una paradoja, el enemigo natural de esa mente creadora no es sino la intransigencia del adulto cuyo pensamiento abstracto desluce su existencia. Lamentablemente el tiempo nos va cargando de esa a veces intragable substancia llamada realidad que bloquea nuestra memoria y nos imposibilita de comprender ese mundo lleno de fascinación y no en pocas ocasiones, el adulto termina de un plumazo, a veces de manera dictatorial ni mayores argumentos, un juego que para el niño resulta de suma importancia. 
Quizá, como Antoine de Saint-Exupery que dedicó su mejor historia a aquella persona adulta como él, habría que escribirles más a los adultos recordándoles que ellos un día también fueron niños.
Proust se refiere a la infancia como el tiempo perdido, y ciertamente tiene razón, la infancia es aquel pedazo de felicidad al que no se puede volver, sin embargo aquellos recuerdos nos acompañan a través de nuestra existencia y aquellas improntas y experiencias de esos primeros años forjan no sólo nuestro carácter y personalidad sino también nos marcan el derrotero.
Ahora que veo las cosas del pasado con la experiencia de mi exilio, no recuerdo los lugares donde crecí y me forjé con una falsa nostalgia patriotera, por el contrario los recuerdo con la sublimidad que se tiene al recordar la infancia. Recuerdo a los buenos amigos, los buenos consejos, las enormes y elongadas calles de Papá León, los camioncitos de madera que tanto me gustaban, el aroma y sabor del buen picarón de la abuela, mi enorme familia, las calles de mi querido Chilca, el fútbol y otra vez los buenos amigos; y por tanto me aferro a la definición del poeta Rainer María Rilke que sostiene que la infancia es la verdadera patria.
Yo también me aúno a esa fascinación y admiración de Cortázar por todos los niños que conozco o no y su capacidad de imaginar sin límites y poder ser cantante, compositor, médico, astronauta, ingeniero, guitarrista, bombero, futbolista, piloto de fórmula uno, soldado, pirata, superhéroe o actor, por separado o todo junto a la vez.
Empecé a escribir este artículo con la buena noticia de saber que una personita importante viene en camino. Todo mi cariño para ti mi querido Dany, por ese niño o niña que viene a alegrarte la vida y estoy seguro que con su llegada despertará a aquel compañero de juegos con quien en un tiempo ya bastante lejano, yo también pude disfrutar.

Tokio, diciembre de 2017

No hay comentarios.: