10/30/2008

En Octubre no hay milagros

La primera vez que me familiaricé con el Señor de los Milagros fue debido a una obra que me obligó a leer un profesor de literatura en tercer año de media. Mi viejo raudamente me consiguió la obra quien sabe pensando que si no actuaba rápidamente, mi motivación por leerla se desvanecería por la espera. La susodicha obra no estaba precisamente cargada de fervor religioso, por el contrario contaba la historia de varios personajes bastante mundanos de la clase olvidada en la Lima de los 70 en medio de las festividades de Octubre. Su autor, Oswaldo Reynoso, me cautivo por lo irreverente de su estilo y la crudeza del lenguaje. "En Octubre no hay Milagros" es el título de la obrita y que traigo a colación pues aunque, en ese tiempo, estando mi universidad a pocas cuadras de las Nazarenas, este ritual religioso que atrae a cientos de miles de personas anualmente no caló lo suficiente en mi, quizás porque mi mente, como la obra, andaba más ocupada pensando en la cultura popular, en lo criollo, la colmena, las inquilinas de Caylloma, el show de la barra, los ambulantes, el cine portofino, etc. que en la religiosidad y las tradiciones centenarias. La festividad del Señor de los Milagros ha cruzado fronteras y múltiplicado sus devotos en el mundo. Existen trabajos muy bien documentados del Señor de los Milagros en New Jersey, Milán, Barcelona, ect. Ahora que vivo en Japón muestro en fotos como es que se vive esta fiesta religiosa en estas islas.


Señor de los Milagros de Kakegawa


La particularidad del Cristo de Kakegawa son las facciones orientales del rostro. El pintor, un Japonés, plasmó en el lienso las facciones que le eran familiares, añadiendo a esta fiesta religiosa el toque japonés. Muestra del hibridismo que se aprecia en muchas de las expresiones culturales que los inmigrantes traen consigo y debido a las claras variaciones del nuevo contexto social y geográfico, sufren un proceso de adaptación y recreación cultural, añadiéndo en ellos elementos locales representativos que son utilizados para la reestructuración de sus identidades.






Señor de los Milagros de Hamatsu, Shizuoka.



10/27/2008

El viejo álbum de fotos y los amigos de siempre

El álbum de fotos de recuerdos que casi todos tienen y que supone registra los eventos importantes de nuestro caminar en este mundo, en mi caso caprichosamente se ha querido extraviar, como aquellos recuerdos que sin su ayuda, ya distantes en el tiempo, se han perdido para siempre. Recuerdo que la última vez que vi aquel álbum, ya sepia y descolorido, aún guardaban unas cuantas fotos que registraba el bautizo colectivo del que sufrimos mis hermanos y yo, cuando ya éramos grandes y los padrinos ya no tenían la necesidad de cargarnos hasta la pila de agua bendita, pues con 16, 14 y 7 quizás los hubiésemos cargado a ellos.
Otra de sus gruesas páginas registraba mi primera comunión, en el cual parado en el pasadiso central de la iglesia y con el fondo del modesto altar principal de la ciudad donde pasé mi primera infancia y aprendí a vivir en mi propio mundo.Vestía un horrible traje verde agua, sostenía una vela blanca y se repetía la misma expresión en mi rostro que reflejaba el fastidio y rechazo de hacerme participar en un evento religioso del cual nunca pedí ser parte.
Una de las fotos que tengo grabada en mi mente es una en la cual estoy parado al pie de una escalera de madera, que comunicaba las dos plantas de una vieja casona, vestía un sueter amarillo, y un pantalón a rayas con miles de colores que siempre me gusto y quizás revelaba en él, mi fascinación por la pluralidad.
Aquel viejo álbum debió ser la víctima más sensible de las múltiples mudanzas que vivimos y como muchas otras cosas que alguna vez formaron parte de nuestras vidas, fueron dejándose olvidadas o abandonadas. Ahora, empapado de añoranzas, ya de ello no queda sino sufrir la nostalgia de su ausencia.
Felizmente nuestra existencia está estructurada en base a redes sociales que nos permiten, con mucho alivio, ver que si ya nuestras fotos preciadas de la infancia se han ido para siempre, y ya no hay mas registro de nuestra historia en el rincón familiar, aún permanecemos involuntaria y desapercibidamente en las fotografías de nuestros amigos.
Ahora que resido tan lejos del lugar donde crecí, de cuando en cuando me asaltan aquellos recuerdos que me alegran o entristecen, dependiendo de su condición, y doy cuenta de que aquellas imágenes son joyas invaluables, las cuales si se consiguen ocupan un lugar predominante en un nuevo álbum que con emoción voy construyendo.
Hace una semana, Toño, un amigo de la infancia y Payasito un tiempo atrás, me enviaron unas fotos de aquellos tiempos dorados que rememoran aquel pasado compartido. Considero que el fastidio de buscarlas, escanearlas y enviarlas no hacen sino confirmar y reafirmar nuestra amistad.

De pie, de izquierda a derecha, Chamaco, el Enano, Toñito, este peregrino, Kunko y chino Pipo. De rodillas, Cajita y el travieso y aún inberbe Ñeko.

Profundidad epistolar en tiempos del mouse

A diario recibo una cuantiosa suma de correos que abultan mi ya larga lista de mensajes que permanecen apilados en mi bandeja de entrada, el noventa por ciento de ellos son de personas que divertida, amable, e ingenuamente reenvian correos cadena, en una amplitud de categorías. Los hay cursileros, de espanto, tiernos, caricaturescos, espirituales, sensuales, y de una larga lista de topicos que sería tedioso nombrarlos.
Los llamados correos cadena van ganando adeptos que se multiplican frenéticamente en el ciberespacio, y aunque quizás la única intensión de sus remitentes, sea enviar señales subliminales para lograr que los amigos los quieran más, no cabe duda que para muchos, el ver la bandeja infestada de correos de gélido contenido, produce exactamente el efecto contrario al ansiado por los bien intensionados remitentes.
Se les puede atribuir a este genero pseudo epistolar, una serie de atributos entre los que resaltan su capacidad de encontrar seguidores con singular facilidad y su funcionalidad de boomerans, pues de acuerdo a las experiencias empíricas, regresan a sus remitentes luego de haber dado tal vez un par de vueltas por el mundo cargando firmas adherentes de Sidney, Camberra, Kuala Lumpur, Los Angeles, etc.
Llevo ya mucho tiempo sin que aquellos mensajes me causen molestia, irritación o fastidio, por el contrario comprendo que forman parte ineludible en el constante rediseño y ajuste de las desconcertantes variaciones comunicacionales. Quizás no exista una respuesta única y concreta de su popularidad pero intuyo que en tiempos donde las máquinas irrumpen con más ímpetu en nuestra cotidianeidad, el facilismo y la sistematización de las labores tienen sus efectos; entre ellos el desgaste del lenguaje en su forma escrita, no sólo en su forma tradicional del papel y el lápiz, sino también en su versión mas moderna "el teclado". Pues con más rapidez estos se convierten tan solo en recipientes de pelusa y migas trasnochadas; perdiendo terreno ante quien, con cada vez más autoridad, se convierte en el rey de nuestras aventuras cibernéticas, su majestad, "el mouse".
No soy un verdugo ceñero con los mensajes que infestan mi mensajería. Sin embargo, estos mensajes son escrutinizados de acuerdo a una jerarquía subjetiva de remitente y lo cautivador del título, y si luego de este raudo test llaman mi atención, pasan a una segunda etapa que es darles una pasada de vista fugaz y comprobar si el contenido merece ser revisado. Los que no pasan por esta sensible evaluación son condenados a su inmediato aniquilamiento, y enviados a la papelera, a sufrir indiferencia y olvido.